Cuando, perdido en el fondo de un cajón de la sacristía de una iglesia rural, aparece el resto de un papel pautado y escrito en lo que parece ser un trozo de partitura de música sacra, es necesario iniciar el mismo proceso de recuperación, investigación, restauración, estudio y catalogación que ante el hallazgo de un resto arqueológico, una construcción románica, una pieza de orfebrería barroca, un incunable, una tabla flamenca, una talla romanista, o una colección documental de la baja Edad Media. Es decir todo aquello que hemos asumido a lo largo de los siglos como patrimonio histórico artístico. Lo que la ley vigente troquela como "bien cultural".

Y es que esa humilde porción de partitura musical semidestruida forma también parte de aquel bloque de testimonios de la creatividad, la fe y las estructuras sociales y culturales del pasado. Aunque sea más recientemente cuando se han movilizado los especialistas de esta área del saber y la creación humana que ha dado en llamarse musicología.

El padre López Calo con su trabajo de catalogación de los fondos musicales de la catedral de Santo Domingo de la Calzada, abre la primera vía para que, en sucesivas etapas La Rioja haya podido desvelar, recuperar, recomponer y catalogar los documentos musicales contenidos en nuestras catedrales y colegiatas, y, para que un día —¿por qué no?— esa música, muchas veces anónima, que se compuso en La Rioja, vuelva a ser escuchada en los templos.

Es otro compromiso que asumimos con nuestro patrimonio histórico.

Es un imperativo de la sensibilidad.

Es la cita con la musicología.